jueves, 14 de julio de 2011

Venganza tácita

 Se despertaba de nuevo de las tres insuficientes horas que dormía, pues el insomnio lo iba consumiendo poco a poco psicológica y físicamente desde hace algunos años (tenía la cara pálida, profundas y marcadas ojeras y los labios quebrados). Y no es acaso desde ese momento que su ánimo es lánguido y la suerte que solía disfrutar hace diez años atrás cuando vivía el auge de su juventud ya lo había abandonado por completo. Tal vez fue por todos esos actos viles que había cometido, el sufrimiento que le causaba a sus padres con su actitud, el odio y rencor que le tenía a muchas personas, el culpable de haber dejado a su hermano en una silla de ruedas; el karma se estaba cobrando y lo estaba derrumbando, envejeciéndolo.

Santiago, caminó por las empapadas calles bajo el cielo gris que daba el aspecto de una ciudad deprimente y desesperanzada. Caminaba como si sus pies ya supieran por donde ir y con parsimonia para no resbalar porque había llovido torrencialmente. Llegó a la parada de autobús, los cobradores, a veces colgados como monos, gritaban nombres de avenidas y hacían ademanes invitándolo a pasar al vehículo desde sus puertas. Subió a la misma línea en la que siempre viaja y divisó las caras soñolientas y deprimidas de los pasajeros. Se había sentado al costado de la ventana y veía las casas de la avenida pasar rápidamente ante sus ojos mientras una violenta lluvia intentaba, en vano, empapar su cara. "¡Qué bonita flor, qué linda flor!", vociferaba un niño de rasgos indígenas y con ropa maltrecha al compás de un objeto tubular anillado que raspaba rítmicamente con una especie de peine. El trayecto duró apenas 20 minutos pero a Santiago le parecieron 2 horas.

Su ex esposa, Margaret, vivía en un pequeño apartamento con la hija que había tenido con Santiago y que tenía apenas 5 meses de vida. Vivía también con su conviviente, una chica de cabello muy cortó que siempre andaba con pantalones color caqui y un cinturón exageradamente grande, zapatos negros y una camisa que era siempre a cuadros pero de distintos colores; nunca usaba corpiño por lo que siempre pudo ver sus pezones nacientes de unos senos parecido a los de una niña entrando a la pubertad.
 -Tu hija se va a espantar con eso que llevas puesto como cara. Le dijo apenas abrió la puerta.
 -Yo creí que ya tenía suficiente con el daño cerebral que sufre diariamente al ver a esa aterradora criatura como figura paterna.
 -¿Vas a pasar? Porque si gustas, te puedo mandar a la mierda.

Entró sin responder y mientras lo hacía recordaba la vida de novio que llevaba con Margaret. Una chica a la que la vida le había dado el don de la beldad (cabello liso, para siempre delgada y con una curva que partía desde su cintura, unos labios tentadores y ojos que muchas veces lo hipnotizaron), entregada por completo a su novio y además promiscua. ¿Qué más se podía pedir en una mujer?. La suerte te quería, Santiaguito. Se casaron luego de 8 años de relación y tuvieron una hija a la que, por los extravagantes gustos de su en-eso-esposa, fue bautizada con el nombre de Babi. Pero todo acabo cuando un día, Margaret, al despertarse después de una noche de sexo frenético, se levanta decidida y camina hacía la nevera, aún desnuda, extrae una lata de cerveza alemana, regresa  a su cama mientras Santiago todavía dormía boca abajo con el torso desnudo, enciende un cigarrillo rubio y lo despierta con el vaho y olor que este producía. "Muy temprano para fumar", abrió los ojos con esfuerzo y vio a Margaret que lo miraba con desquicia y fijamente. "¿Te pasa algo, Maggi?", le preguntó. Ella se quedó con su cuerpo desnudo sentada en una silla cerca a la cama sin despegar su mirada de Santiago mientras expulsaba el humo. "¿Puedes decirme que carajos te pasa?", le volvió a preguntar impacientemente. "Soy lesbiana, me gusta Josefa y te he estado engañando con ella desde hacía 6 meses". Babi rompió el silencio que se produjo luego de la confesión de Margaret con un llanto desesperado. Luego de que Santiago tuviera las cosas en claro, cayó en una terrible depresión y el alcohol fue su única compañía antes y durante el proceso de divorcio. El juez le otorgó la custodia de Babi a su lesbiana-ex-esposa y desde entonces vive solo con un gato negro ojiverde que se encarga de cazar ratones y pericotes de su solitaria casa.

Su hija aún dormía, tenía muchos rasgos de su madre pero la sonrisa de él. Santiago sabía que Babi era su única razón por la que no se había suicidado aún. Lentamente, cogió a Babi por sus minúsculas costillas intentando sacarla de la cuna. Babi empezó a despertar lentamente sin llorar, con él nunca lloraba. Cuando logró sacarla de la cuna, la besó y la abrazó amorosamente. "Eres la única persona que me importa, me importa cada respiro que das, cada paso que aprendes a dar y, aunque la vida me esté devolviendo los golpes, prometo nunca dejarte". Le besó en la frente y jugó un buen rato con ella haciéndole cosquillas y enseñándole a pronunciar papá. Antes de meterla a su pequeña cuna, le dio un beso de despedida. Llegó al comedor y ya Josefa devoraba su desayuno que parecía especialmente hecho para un camionero. Se despidió de lejos de ambas y salió hacia la calle accidentada. Había encendido un cigarrillo y caminaba escoltado por la gente que andaba preocupada en sus propios problemas. Llegó y se sentó en la banca de un parque céntrico a pensar en Babi. Sin sollozar, empezó a correr una delgada lágrima por su mejilla derecha.

Le habían dado el derecho de ver a su hija cuando quisiera, así que lo hacía todos los días. Con frecuencia le leía un cuento y la deleitaba con música del inmortal Mozart. Una mañana, encontró una pequeña botella de whisky y colillas de cigarrillos en la habitación de Babi. Santiago enfureció y empezó a discutir violentamente con Josefa, que había admitido haber bebido y fumado en el cuarto de la bebé."¡Qué importa!, seguro será otra desgraciada como su padre", gruñía Josefa. Santiago se fue iracundo y horas más tarde, en su casa, acompañado de sus libros y mientras le daba de comer a su gato, padecería de una embolia cerebral.

16 años han pasado desde la muerte de mi padre, no puedo recordarlo demasiado porque era solo una bebé cuando lo conocí. Lo cierto es que sé que fue una persona de infinito y profundo corazón (aunque mi madre diga siempre lo contrario). La conviviente de mi madre siempre me maltrata a mí y a mi madre. Estoy tan cansada de esto que tengo muchas ganas de irme de la casa pero por ahora solo quiero asegurar mi cuarto y tirar la llave por la ventana. Hay alguien en mi cabeza y no soy yo. Quiero que Josefa deje de pertenecer a este mundo, le hizo mucho daño a mi padre. Quiero leer un libro de mi estante que heredé de mi padre y que hacía un buen tiempo le había echado el ojo. ¿Quién carajos se cree esa alimaña?. Umm, Narraciones extraordinarias escrita por Edgar Allan Poe. La cocina está oscura pero puedo ver brillar el cuchillo gracias a la blanca luz de la luna. "Estaba enfermo, mortalmente enfermo por tan larga agonía...". Qué lindo roncas, maldita puta ebria. Olvidé poner como fondo al eterno Mozart. ¡Toma!, espero que a tu espalda le guste el sabor del cuchillo. Mi brazo se mueve mecánica y violentamente. ¡Cuánta sangre!. No pienso limpiar eso, puta. ¡Esto va por quitarme a mi esposa!. ¿Papá, eres tú?. ¡Esto va por tratar a mi hija como una cochina esclava!.



2 comentarios:

  1. ¡Qué profundo y terrorífico!. Como siempre, Flal, vuelves después de tiempo con una maravilla.

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  2. Me gustó mucho, Fredy. Sigue escribiendo, lo haces muy bien.

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